A Inés y Aldo, perdón por mi insolencia.
Allí parados abrazaban la ausencia
ella
se apoyaba en los tímidos huesos de él
como si el universo de ambos
dependiera de ese instante
en el que simplemente ocultaban sus lágrimas inertes
había frío en el aire
en el viento
en sus pechos ahuecados de recuerdos
ella
disimulaba una plegaria en silencio
él
abrazaba el dolor con sus labios apretados
en un gesto que le vi miles de veces
Allí parados maldecían la ausencia
en un ritual cotidiano
embellecieron la ingrata piedra
que los separa del abrazo
ella
sentía y abrigaba el dolor de él
en su propio cuerpo
entonces él pudo hablar
y de sus labios ahora abiertos
brotaron luces de amor acumulado
besos
sonrisas
consejos
ella
dijo que su hijo sólo dormía
él
pareció convencerse
Allí parados asumían la ausencia
abrazados en palabras, recuerdos
y esperanza
ella
se persignaba y acariciaba las mejillas de piedra
él
muy de a poco se atrevió a llorar
y se alejó temblando
de amor
extrañando la ausencia...
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