domingo, 28 de noviembre de 2010

Reflejo

Fotografía Rafael Ontiveros


como esa lágrima
muerta
que al caer
no importa a nadie

sus ojos
parpadearon besos
en la espera
tras el cristal

un viento
bohemio
le trajo excusas
y la noche
lenta
maquilló las escamas
de su nombre

con sus dedos
dibujó siluetas
de humedad

y su rostro
sus senos
sus manos
fueron
copiando el vidrio
hasta ser
sólo el reflejo
y no ser

hasta ser
sólo una lágrima
muerta
y caer

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Otra

se miró
pero el espejo le dijo
que no era ella

el azar volvía a mentirle
cada mañana
una distinta
hoy tenía unos ojos limpios

se rió
de su propia suerte
mientras peinaba
el cabello de otra

cada mañana
el abismo de no ser

y pensar
(piensa)
que estos ojos
se soportan bien

martes, 23 de noviembre de 2010

Incompleto

Incompleto se mueve entre la lluvia con su tristeza empapada y una rosa disimulada en el bolsillo.
La luz de las esquinas lo inventa, a martillazos lo recorta de la noche con su estampa solemne y ensayada.
Se aferra de sus dedos con la mirada oscura, apretando en el bolsillo un puñal ensangrentado. En alguna calle se detiene y se arrodilla en su sombra para memorizar el llanto que ya no fluye con bronca.
Incompleto se sienta en la vereda, sacude el desengaño y disimula su rostro.
En el viento se huele la muerte, unos instantes antes de que comiencen a oírse unas sirenas lejanas.
El cristo de su pecho comienza a hundirse ahora entre sus dedos blanqueando los nudillos. Sólo le sirve la lluvia como excusa y ve morir también la rosa en el asfalto .

domingo, 21 de noviembre de 2010

Ave sobre el río

El ave
presiente otros finales

bate sus alas
y suelta
sonoros ecos
suelta vientos

de cuando el río
era otros
y mojaba
las fauces de las bestias

de cuando hombres
se miraban
y medían
de orilla a orilla

el ave
se sabe erguida
y profetiza otras muertes

la de esas bestias
en las fauces
de los hombres

la de los hombres
a orillas
de las bestias

aquí sentado
la observo
cuento las lunas
y adivino el temor
de los que vienen

lobos de otra orilla

el río
me miente paz

hasta que el ave
agite sus alas
por última vez

y sea mi sangre
o la de las bestias

y sea mi sangre...
o la de las bestias...

Saben

La soledad
de mis musas
me encuentra entero

jirones de silencio
mintiendo
en mis propias venas
páginas en blanco

huecos
minutos que gotean
abismos

desamor envenenando
el sonido
de mis palabras

lo saben
ellas
estoy entero

girando mi universo
oliendo voces
lamiendo
los desordenados rostros

me desangro en gritos
hundo
mi cabeza
en las entrañas
de otras sangres ya gritadas
pero saben

ellas saben
que estoy entero

Huellas

Allá rompe el mar

y cuántos mares
vendrán
a fingir estos pies

en alguna huella olvidada
están las tuyas
busco
desesperado

mi capricho descalzo
añora
tu alma de viento
y sal

y mientras
rompe el mar
estrangulando arenas
copiando
nuevos mapas

es inútil
toda esta sal
borrará tu sal

descalzaré mi alma
y miraré mis pies

en otras huellas
han empezado
a humedecerse

Instantes

Un instante
fugaz
un espejismo

de a ratos
la muerte se preanuncia
en ritos
no tan angustiantes

los segundos
se agolpan
al ritmo del reloj

enardecido ritmo
letal
en su manía
de ensordecer
lo poco que soy

un instante
y una lágrima
que se pronuncia
muerta

ya no me sirve
mi plegaria improvisada

en el afán
de aferrar mis horas
olvidé lo incierto
mordí
en el tiempo extraviado
mis últimas cenizas

habrá otro instante
y será eterno

¿habrá otro instante?

¿será?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Revolución

Revolución
palabra vieja y desordenada

intuida entre líneas
masticada y ahuecada
en las entrañas
de los imbéciles

Revolución

nace como el hambre y moja las calles
enarbola la mística olvidada
empaña los vitrales
y se abriga en los patios incendiados
con ganas de matar

Revolución
cantada en voz baja
amada, soñada
la luz apagada para no ahuyentarla
digo revolución y la escribo

que por su propia madurez nos llene el alma
que nos incendie la quietud
que junte nuestros miedos
que abandone los ideales
que viva del hambre y la soledad
que se haga eco en las gargantas
que despierte el grito subterráneo de los años

Revolución

que salve a los hombres del hombre...

cuando se fue
dejó sus ojos pintados en mi pared
y un extraño silencio
de sábanas desordenadas...

tenía un veneno interno
que transpiraba en su perfume
un tatuaje en la piel
y un destino de soledad
que la hacía esquiva


dueña de una tristeza exacta
amante perfecta
de caricias violentas y susurros 
hirientes

me amó
casi como tomando revancha
corrompiéndose,
                                sofocándome,
                                                         lastimándose

tenía un rostro prestado
y demasiada prisa
cuando al fin se hizo humana

fingiendo no llorar
pronunció el adiós
como quien pronuncia la muerte
y se llevó con ella
el secreto de mil vidas posibles


cuando se fue
creí que la noche me regalaba un sueño
y me dejó sin embargo
este extraño silencio


de sábanas desordenadas...

lunes, 25 de octubre de 2010

Ella...

Foto: Rafael Ontiveros


Alguna vez mis ojos se apartaron de la luz de las ventanas y la miré.
Demasiado cercana con la perfección de sus detalles,
con su piel que encandilaba nostalgias
y por las noches se burlaba
de la efímera sensación de soñar.

Ella
que de tan cercana me dolía en el pecho,
lastimaba mis horas,
y acariciaba el incesante dolor de amar.

Ella que resbalaba en mis pensamientos
y deshacía mis futuros.

A cada rato derribaba mis barreras
y entendía a la perfección el lenguaje
de mis venas.
Moría y renacía a veces con tan sólo observarla,
descendiendo hasta el Averno
                                                       y era ella.

Ella
Que de nuevo aparecía y me besaba como suplicando amor
y al instante se probaba sus deseos
y se vestía tan sólo de ella.

Ella que no supo que la amaba
y susurró pequeñas maldiciones de amor envenenado,
que no conoció el dolor de aquellas manos sin caricias.

Ella que de tanto en tanto me mataba
y se deshacía de la luz de la mañana
envuelta en sospechas.

Alguna vez intenté escribirla y descifrarla,
intenté maniatarla en mi memoria y la dibujaba a oscuras
fingiendo ser alguien más.

Ella que no sabe de silencios ni renuncias,
que no muere ni renace
                                              y sólo es ella.





Insomnio I

La noche empezó dibujando algunas sombras en mi pared, y poco a poco se fue adueñando de los ecos que brotan del asfalto.
Hace tiempo que acepté como inevitable el hecho de que desde mi ventana se vean las luces que nunca quise ver. 
Las noches a veces se parecen demasiado entre sí.
No es extraño, pienso, mientras dejo que las horas se posen lentamente en mi almohada vacía.
No es extraño que mi propia pretensión de humanidad no se parezca más que a esto, una ventana desde la que sólo se ven mis miedos.
Encierro mis esquivos pensamientos, en el mismo momento en que afuera, bestias de envidiable pulcritud eligen dejar de arrastrarse y caminan por las calles con total impunidad.
Desde donde estoy sentado no puedo distinguirlos pero los adivino escondidos en la noche, en las sirenas que cortan el frío, en las manos del mendigo (o en sus uñas negras) extendidas en el gesto suplicante.
Enciendo el cuarto cigarrillo de una larga noche, y mientras el humo me regala una figura recuerdo lo que me preguntaron hace unos días.
Fue en una de esas charlas casuales y sin sentido, que flotan y forman parte del aire cuando se entibia una repetida cerveza.
Yo hablaba como siempre, pretendiendo que mis palabras no resultaran del todo creíbles, y decía que ángeles y sombras y tal vez algún fantasma; y de repente alguien a quien yo no conocía me preguntó si en verdad creía en los ángeles.
Ahora que el humo en mi habitación me regala imágenes desordenadas, no puedo entender por qué aquel día no supe responder.
Ya es demasiado trágico, creo, que en algún lugar del mundo, en alguna olvidada latitud, este muriendo un niño y no exista una palabra franca que pueda describirlo.
Encuentro un papel y como si estuviera tomando nota de lo que debo saber mañana, escribo: “A pesar de todo, la marcha del universo no debe justificarse por mi falta de sueño”.
¿Y si fuera cierto que todo se repite?
Al menos tendría sentido el hecho de que aunque intente esconderme siempre termino formando parte de las masacres más recientes.
A cualquiera le bastaría con salir a la calle para notar que los últimos vientos han perdido su anonimato.
Se perfila cortando el horizonte la torre más alta que ignorancia alguna haya podido imaginar jamás.
No importa cuanto me esfuerce, no logro descifrar a que dioses adoran esta vez, pero mientras elevan sus altares y yo no consigo dormir, se contentan blasfemando en nombre del hombre y recogen la piel y la sangre de quienes donan con gratuita reverencia su ingenuidad.
Considero que durante muchos años hemos sabido interpretar nuestro sencillo papel, como esa línea de humo que ahora sé que no ha dibujado nada bueno.
Afuera empezó a llover como ocurre siempre cuando no tengo nada que hacer, y eso me intranquiliza. Con la próxima sirena que corte la noche nadie escuchará los gritos, o al menos nadie parecerá notar que la mordaza vuelve a su lugar.
 A decir verdad tal vez yo mismo deba interpretar mi papel, y no inquietarme porque la obstinada estupidez siga cobrando altura.
Con cada nuevo día, las oscuras bestias asexuadas se acercan aún más a la divinidad fingida.
El cigarrillo que ahora enciendo no me da respuestas. Más aún, el humo me dibuja un ángel que de a poco se adhiere a la humedad de la ventana, y me vuelve a recordar que no supe decidir si creo o no, y tal vez éste que muere en el vidrio no sea más que el reflejo del que está muriendo en algún lugar, y tal vez ya no importe que la nueva raza de hombres incendie nuestros paraísos personales.
Al fin y al cabo, mientras los resabios de humanidad que nos rodean sigan existiendo sólo debe conformarme el saber con que máscara hay que salir a escena, escondiendo siempre la misma sonrisa involuntaria.
Afuera sigue lloviendo y las horas no desvanecen las apagadas risas de quienes se divierten mintiéndonos un futuro.
Rehago lentamente mis palabras, hojeo sin ganas mis desordenados libros y apago el último cigarrillo.
Cristos, glaciares, planetas, genocidios, terremotos, y yo, aún sin poder dormir.

Insomnio II

La noche es una y es todas.

me rescata de la obtusa oscuridad
y justifica el insomnio
en el que sueño que mi trazo en el papel
no es incoherente

rehago de memoria las palabras
que acaso jamás diré
me miento en una mesa circular
                                                  me ofrezco en sacrificio

las horas no desvanecen el fastidio
de saberme irremediablemente enfermo
de algunas soledades
                                                 y de olvidos

preparo una partida de ajedrez
enciendo un cigarrillo
o ensayo mi muerte, que más da
la noche es larga
y el sueño se burla de mi porfía

domingo, 24 de octubre de 2010

Ausencia

                                                                                                               A Inés y Aldo, perdón por mi insolencia.


Allí parados abrazaban la ausencia

ella
se apoyaba en los tímidos huesos de él
como si el universo de ambos
dependiera de ese instante
en el que simplemente ocultaban sus lágrimas inertes
había frío en el aire
                                      en el viento
                                                             en sus pechos ahuecados de recuerdos
ella
disimulaba una plegaria en silencio
él
abrazaba el dolor con sus labios apretados
en un gesto que le vi miles de veces

Allí parados maldecían la ausencia

en un ritual cotidiano
embellecieron la ingrata piedra
que los separa del abrazo
ella
sentía y abrigaba el dolor de él
en su propio cuerpo
entonces él pudo hablar
y de sus labios ahora abiertos
brotaron luces de amor acumulado
besos
          sonrisas
                          consejos
ella
dijo que su hijo sólo dormía
él
pareció convencerse

Allí parados asumían la ausencia

abrazados en palabras, recuerdos
y esperanza
ella
se persignaba y acariciaba las mejillas de piedra
él
muy de a poco se atrevió a llorar
y se alejó temblando 
de amor
extrañando la ausencia...

sábado, 23 de octubre de 2010

De quién es este mar?

¿De quién es este mar?

de pie y detrás de ti
te veré sonreír
y mirarme casi con el alma consciente
sabiendo que nos vemos sin mirarnos
te veré y sonreiré

si de mí te hablan y de mi mirada
que no encuentra destino,
sonríe,
o seguro no nos creerán
cuando digamos que nos miramos de espaldas

y si algún día no entiendes
si alguna vez tu norte es muy distinto
a la memoria de mi sur
si tan sólo no te sirve que
confiemos en el alma
entonces sabré
que es hora de mirarnos a la cara
y mostrarnos nuestros miedos

y si no,
¿de quién es este mar?

viernes, 22 de octubre de 2010

El Loco

                                                                                            
                                                                                     A Roberto Moscoloni


El loco sacudió su impertinencia,
y bañado con luces difusas seguía mirando fijamente la sala.
De sus ropas colgaban las palabras
y los rostros desaliñados de sus recuerdos.

Nos quedamos allí.
Por algún extraño embrujo creo que aún estamos allí.

El loco simplemente se hizo humo, derramando días y flores a granel
sobre los cadáveres exquisitos de quienes todavía hoy,
lo miramos desde abajo.
perdida en mi imaginación...
tantas veces lacerada
endemoniada de rencores
y ejecutada con caricias de granito


tantas veces escondida en abismos
deshilvanada con besos apurados
lastimada hasta la incoherencia

 
sobre tí descansará mi pronta herencia
para curar tus besos,
y mis desvaríos...