A Roberto Moscoloni
El loco sacudió su impertinencia,
y bañado con luces difusas seguía mirando fijamente la sala.
De sus ropas colgaban las palabras
y los rostros desaliñados de sus recuerdos.
Nos quedamos allí.
Por algún extraño embrujo creo que aún estamos allí.
El loco simplemente se hizo humo, derramando días y flores a granel
sobre los cadáveres exquisitos de quienes todavía hoy,
lo miramos desde abajo.
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